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Preparando la floración de los rosales


El rosal, el arbusto regalón que nos adorna el jardín y la casa puede sufrir con el tiempo cambios que los envejecen y afean.

La poda de los rosales tiene por objeto rejuvenecerlo y darle forma según la variedad y la utilidad que queremos obtener, ya sea como arbusto de matorral, cerco, trepadora o de flor de tallo largo para cortar.

Es conveniente realizarla en invierno cuando las matas están en receso invernal o al inicio de primavera si hay heladas en la zona. Se debe exceptuar los rosales treparadores, que debe podarse apenas termine la floración.

La savia va primero a los extremos de las ramas. Los primeros brotes se desarrollan en esos lugares a finales del invierno y si viene una helada posterior pueden ser destruídos.

Si el rosal no ha sido podado, no tiene importancia, pues esos brotes se encuentran en los tramos de los tallos que van a ser eliminados. Si ha sido podado, esos brotes se pueden helar y son los que contamos para el crecimiento y producir la floración en la siguiente temporada.

Conociendo ésto, es necesario no retardar la poda para no cortar las ramas con toda la savia en movimiento y no adelantarse para que los brotes nuevos no reciban la helada que los puede destruir. Si esto sucede, los brotes de más abajo tomarán más fuerza y se repartirán alrededor de las ramas. Este accidente, debilita a los rosales y posterga la floración. Puede ser más grave si se trata de rosales nuevos o de variedades más frágiles.

Riesgo de heladas en el jardín

Por lo tanto, el momento más adecuado para efectuar la poda es cuando la savia comienza a circular, a condición de que no exista riesgos de heladas.

Se debe seguir los siguientes pasos:

  1. Eliminación de ramas viejas. Son las de color café, rugosa y que tienen ramas débiles y deterroradas. Esto se hace a ras d el suelo. Si el tronco viejo tiene ramificaciones fuertes jóvenes y vigorosas, deberá hacerse sobre esas ramas.
  2. Cortar las ramas que crecen en mala dirección, cruzando a las otras hacia el interior.
  3. Eliminar todo el ramaje seco 0 enfermo hasta encontrar madera sana.
  4. Las ramas débiles que deseamos fortalecer deben podarse corto o eliminarse si crecen hacia el centro. Se debe tratar de "esclarecer" el rosal, dejando los brotes que crezcan hacia afuera, haciendo el corte 5 o 8mm. sobre la yema en dirección diagonal opuesta al brote, de manera que si hiela no se deslicen las gotitas frías de agua hacia la yema.

El tamaño de la poda es proporcional al vigor de las ramas. Una rama vigorosa podrá hacer brotar 3, 4 y hasta 5 ojos, mientras que una débil no lo hará más que en uno. Los ojos son los círculos que están en los tallos, desde donde es posible que brote una yema.

Si una rama débil se deja con más ojos, se condena a debilitarse más aún.

Se debe saber también que la posición de una rama influye mucho sobre el brote de las yemas de sus ojos. Una rama horizontal u oblicua es mucho más propensa a formar yemas de sus ojos, en mayor cantidad que una vertical, sobre la que no brotarán yemas, a veces más que en el ojo de la poda, es decir, aquel cercano al corte.

Tipos de rosales

Estas recomendaciones son generales para todo tipo de rosales, pero las hay más específicas para la distintas variedades, si son arbustivas; de pie alto, trepadoras floribundas o de tallo largo.

Con estas indicaciones estamos seguros que no va a sufrir ningún traspié, y obtendrá lindas flores en la próxima temporada

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La naturaleza de la sombra


Tanto si vive en una pequeña localidad con casas pareadas o en una casa antigua, donde los pimpollos plantados hace décadas se han convertido en árboles, como jardinero, debe acostumbrarse a dominar la sombra. La mejor forma de conseguirlo es entender las ventajas que comporta.

En climas cálidos, la sombra puede convertirse en el mejor aliado del jardinero. No sólo ofrece un lugar de descanso lejos del sol, sino que también, al moderar los excesos de calor, aumenta el número de plantas que se pueden cultivar. Por ejemplo, la temperatura bajo un árbol puede ser 15ºF más baja que al sol.

Para sobrevivir en el sur, todas las plantas -excepto las más fuertes- necesitan protegerse del intenso calor del verano. Por ejemplo, los delicados pétalos de la Clematis lanungiosa "Nelly Moser" pueden pasar del rosa oscuro a un color desteñido si no se protegen de la intensidad del sol. Y, a pesar de que las plantas tienden a dar menos flores en la sombra de las que darían si crecieran bajo el sol, éstas duran mucho más. Incluso las grandes amantes del sol, como la Cleome tendrán una floración más duradera si crecen en la semisombra.

No sólo los pétalos necesitan protección del sol, también el follaje puede necesitar algo de sombra. Por ejemplo, las hojas azuladas de la Hosta "Krossa Regal" pueden volverse marrones bajo el sol directo del Sur. La Cimicifuga expuesta al sol puede morir de sed, aunque se la haya regado en abundancia.

Otra de las grandes ventajas de la sombra es que no importa donde se viva, la sombra reduce las tareas de mantenimiento. Primero, un jardín sombreado requiere menos agua. Bajo el fresco abrigo de un árbol o una pared, la humedad tarda más en secarse, por lo que no es necesario regar con tanta frecuencia.

La poda también es menos frecuente. Las plantas que han crecido en la penumbra de un bosque acostumbran a crecer más lentamente y no es necesario podarlas tan a menudo como las que crecen al sol. Si elige plantas aclimatadas a la sombra y las cultiva con la tierra adecuada, dejando bastante espacio entre unas y otras, crecerán durante años sin necesidad de cuidarlas.

Un jardín a la sombra también requiere menos cuidados con cierto tipo de plagas -áfidos, ácaros y otros insectos-, aunque deberá prepararse para otras plagas y enfermedades propias de algunas plantas de sombra.

Flores y árboles de sombra

Además de aligerar las tareas de mantenimiento del jardinero, la sombra también tiene ventajas a nivel de diseño, tanto en el tipo de plantas que se pueden cultivar como en el propio impacto de la sombra en el diseño de jardines.

Las especies que toleran la sombra son las más raras y hermosas del jardín. Sus hojas y flores ofrecen una gran variedad de tamaños, texturas y colores. A la sombra, se puede cultivar la espectacular Gunnera manicata (ruibarbo gigante), con hojas que a menudo alcanzan un metro de anchura, y la minúscula Soleirolia soleirolü, que tapiza el suelo con brillantes hojas verdes tan pequeñas como la uña del dedo meñique. También se puede elegir entre gran variedad de formas y texturas desde los brocados como de encaje de los helechos, astilbes, corydalis y Dicentra, hasta los amplios macizos de Ligularia, Rodgersia, hydrangea y Mahonia.

Gran parte del color de un jardín a la sombra proviene del follaje, especialmente de las hojas jaspeadas. Variedades de bosta, Pulmonaria, Hedera (hiedra), Elaeagnus, llex, Ajuga, Euonymus, Vinca y Lamium, presentan tiras, motas o manchas blancas o color crema. El Caladium, la última definitiva planta de sombra, presenta hojas moteadas en tonos crema, rosa, púrpura, rojo-anaranjado o escarlata.

Además de las maravillas de las plantas de sombra, también existe un exquisito surtido de flores cuyo hábitat es la sombra. Algunas de las plantas que primero florecen, son más espectaculares si no reciben sol directo: las perennes, como el Helleborus, la pulmonaria, la prímula, el Galanthus, y la Scilla; los arbustos con flor como el Hamamelis, el rododendro, y el Corylopsis; y los árboles pequeños como el Cornus y el Cercis.

Bajo la luz difusa de la penumbra, los colores de las flores resultan más saturados. Los blancos y amarillos pálidos brillan sobre el fondo oscuro de un rincón sombrío y no parecen mortecinos, como ocurriría a plena luz del sol. De igual modo, los grandes contrastes entre tonos se amortiguan. Naranja con azul, o amarillo con púrpura, que resultarían chocantes a pleno sol, se suavizan a la sombra.

Analizando la sombra

Para incorporar la sombra de forma coherente en el diseño del jardín, lo primero es conocer qué tipo de sombra se tiene. Se deben entender los distintos modos en los que se manifiesta y saber cómo seguir su rastro mientras se alarga a través del jardín, de hora en hora, y en cada una de las estaciones.

En general, las sombras tienen dos orígenes: construcciones y plantas. Un tercer origen, más efímero, son los fenómenos atmosféricos -nubes, niebla, incluso la polución, que pueden filtrar gran parte de luz solar. Esta es la razón por la que en las ciudades, en general, se tiene menos sol que en las zonas altas, secas y aireadas.

Evaluar la luz que reciben las plantas es una ciencia inexacta. Las medidas convencionales son la duración y la intensidad; ambas varían en función de la hora del día, la estación y la Iatidud -la posición del jardín respecto del ecuador (arriba y página anterior). Sin embargo, la duración, a pesar de todos sus cambios, puede medirse mediante una observación atenta. En cambio, la intensidad, requiere un poco más de concentración. El sol es menos intenso por la mañana. Ello se debe a tres razones: está más bajo, la tierra está más fría después de toda la noche sin irradiación, y la humedad a ras de suelo es alta y refleja parte de la luz.

El sol brilla con mayor intensidad al mediodía, porque en esa hora sus rayos nos llegan de forma casi directa a través de la atmósfera, con una desviación o dispersión mínima, y las sombras son más cortas. Por la tarde, aunque el ángulo de los rayos solares vuelve a ser más agudo, el sol sigue brillando intensamente puesto que el calor del día ha evaporado la mayor parte de la humedad de la superficie del suelo.

Categorías de sombra

Una forma útil de comprender todo esto es organizar las sombras en categorías generales a partir de la combinación de duración e intensidad:

  • Sombra parcial: es la sombra más soleada, cuya zona recibe hasta 6 horas de sol directo, entre ellas 4 0 más por la mañana, pero permanece a la sombra el resto del día. Muchas de las plantas que se consideran de sombra toleran la sombra parcial si la tierra se mantiene húmeda, especialmente en climas más frescos. Y muchas de las plantas de sol se adaptarán bien a la sombra parcial. De todos modos, es conveniente tener en cuenta que si 4 o más de las 6 horas de sol se producen durante la tarde en lugar de por la mañana, esa misma zona se considera situada a pleno sol.
  • Sombra filtrada o moteada. El sol se filtra a través del follaje de los árboles más altos o a través de los enrejados. Brilla todo el día, formando dibujos de sombra cambiantes, por lo tanto tiene menos intensidad. La mayoría de plantas crecen bajo este tipo de sombra, aunque las que prefieren el sol directo producirán menos flores que si estuvieran a pleno sol.
  • A plena sombra. El sol directo nunca alcanza una zona a plena sombra. Algunas de estas zonas pueden tener una sombra densa, y pocas plantas pueden vivir en estas condiciones. Sin embargo, una zona a plena sombra puede disfrutar de una cantidad de luz considerable a través de los reflejos del sol y el brillo del cielo. Normalmente estas son las condiciones que se dan en la cara norte de un edificio, un cercado, un seto o un árbol. Las plantas de sombra vivirán perfectamente si tienen humedad y aire suficientes. En cambio, si los árboles se plantan demasiado cerca, o se incluyen especies con muchas raíces justo debajo o por encima de la superficie, la tierra no dispondrá de suficiente humedad y sustancias nutrientes para las otras plantas. Este tipo de sombra, llamado sobra seca, es la peor para la jardinería.

Diseñar un jardín a la sombra

A pesar de lo simples que pueden parecer estas categorías, probablemente no existe ningún jardín que pueda considerarse a plena sombra. Ya que ésta no sólo varía durante el día y a lo largo del año, sino que también crece y se hace más espesa a medida que crecen los árboles y, de pronto, desaparece cuando muere un árbol o se trasplanta. Por lo tanto es importante tomarse el tiempo necesario para estudiar las sombras del propio jardín en todas sus manifestaciones antes de hacer nada irrevocable para cambiarlas. Observemos el jardín en invierno, cuando tiene menos sombra, y en verano, cuando los árboles están llenos de hojas. Marquemos donde toca el sol durante el día y a lo largo de todo el año. Busquemos indicativos, por ejemplo la presencia de musgo, que puede indicar las sombras en lugares en los que nunca habríamos reparado.

Si existe alguna pared alta, o grandes árboles que pueden impedir el paso de la luz de forma significativa, debemos plantearnos la posibilidad de realizar algún cambio. Si la pared es oscura, podemos pintarla de un color claro para que refleje mayor cantidad de luz, o podar los árboles más espesos para esclarecer su copa. Un paso mucho más drástico sería cortar el árbol. Esta acción debe planearse con sumo cuidado; de todos modos, cabe recordar que esta es una operación que puede resultar costosa e irreversible. Se deben conservar los mejores árboles para sombra, especialmente aquellos con raíces profundas y hojas pequeñas que no impiden que se filtren el sol y la lluvia. Los más idóneos para climas templados son el roble, Kentucky yellowwood (Cladrastis lutea) y el black tupelo (Nyssa sylvatica); el olivo y el pino loblolly (Pinus taeda) se recomiendan especialmente en climas cálidos; y el ciprés bald (Taxodium distichum) se adapta muy bien a ' tierras pantanosas.

Lo peor para un jardín a la sombra son los árboles con raíces poco profundas y espeso follaje que no permiten que las plantas que crecen a su sombra reciban luz solar ni la humedad y los nutrientes de la tierra. Las especies menos agradecidas son las hayas (Fagus), los olmos (Ulmus) y los especialmente problemáticos arces plateados, de Noruega y sugar (Acer saccharinum, A. platanoides y A. Saccharum, respectivamente). Hay que eliminar los olmos y arces plateados y llegar a una entente con las otras especies construyendo un lecho alrededor del árbol o, en último extremo, podando las raíces. De todos modos, cabe recordar que las raíces podadas pueden volver a invadir la zona en sólo una estación. En tal caso, un jardín de contención al pie del árbol puede ser la mejor alternativa

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Macizos y Arriates en el jardín


Un macizo o un arriate bien diseñados pueden convertir el más anodino trozo de tierra en un agradable jardín que sorprenda y deleite a los invitados y te gratifique a ti, el jardinero. Crea un buen diseño para tu arriate o macizo experimentando con combinaciones de líneas, texturas y colores. Con un poco de práctica y de paciencia, entenderás y manipularás estos elementos de diseño con buenos criterios e imaginación.

Tanto si la intención es definir una "habitación" o área del jardín, cómo disimular una vista poco atractiva, o suavizar un espacio duro como un patio o una zona para aparcar, los macizos y arriates solucionan muchas necesidades prácticas, a la vez que transmiten un impacto visual y emocional más allá de lo meramente práctico, lo que repercute en su localización y diseño.

A pesar de que a menudo se habla de estos tipos de plantaciones como si fueran iguales, difieren en muchos aspectos significativos. Generalmente, un macizo es una zona del jardín que consiste en una pequeña isleta ajardinada, visible desde cualquier punto o, por lo menos, desde varias zonas del jardín, como si se tratara de una estatua en un pedestal.

Por el contrario, un arriate es más como un bajorrelieve. Es una zona ajardinada al pie de algún elemento vertical, como un seto vivo, una pared, una valla o un edificio, que se alza a su espalda y sirve de telón de fondo o de marca. Hasta cierto punto, un arriate puede verse de perfil, pero la vista principal se extiende hacia fuera, desde la pared vertical hacia el frente. Sin embargo, es cierto que, a pesar de estas diferencias, los macizos y los arriates tienen muchas características comunes.

Características comunes entre Macizos y Arriates

Tanto los macizos como los arrietes ofrecen infinitas posibilidades para expresar tu gusto en las plantas y crear un diseño individual. En el contexto de tu propiedad, no existe ningún tipo de planta, tamaño o hábito de crecimiento inadecuado.

Los macizos y los arrietes se basan en los mismos elementos de diseño -juegos de ritmo, color, textura, tamaño, forma y masa- y ambos pueden diseñarse para que sigan un estilo formal o informal. Se parecen en que ambos se definen por distintos límites, tanto si se trata de un material de construcción como de una clara línea de demarcación entre el césped y la tierra.

Puesto que tanto los arriates como los macizos son bastante flexibles, pueden diseñarse para que encajen en cualquier tipo de entorno, tanto si es un gran jardín como un pequeño patio. Ambos pueden diseñarse para casi cualquier combinación de condiciones culturales -tanto si se trata de sol como de sombra, de suelo húmedo o seco, rico o pobre en minerales. Puedes recurrir a cualquiera de ellos por varias razones. Por ejemplo, vestir una simple entrada con un macizo o un arriate; generalmente el propio emplazamiento determina qué elección es la más adecuada.

Finalmente, tanto los macizos como los arriates están sujetos a las reglas del sentido común en jardinería: las plantas elegidas deben tener las mismas características culturales en lo referente a luz solar, riego, abono y calidad del suelo y drenaje. Aunque algunas de las plantas tengan que podarse o rodrigarse en distintas épocas del año, todas ellas deberían crecer bajo las mismas condiciones generales. Puede que quieras regar a diario una especie en concreto para disfrutar de sus flores, pero es mucho más fácil cuidar del jardín en su conjunto, en un solo día de primavera, rastrillar las hojas y regar todo el jardín al mismo tiempo