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Buganvillas en el jardín los nietos,el arenal,estrella del mar,los urrutias

Buganvillas

Quizás la trepadora de mayor colorido es la conocida buganvilla -entre nosotros conocida como bugambilia-. Porque es una verdadera cascada de color que comienza en verano y acaba muy entrado el invierno, época en que su belleza cesa para dar paso a un descanso desprovisto de hojas.
Pese a que el color más conocido de esta hermosa planta es el de sus flores púrpura brillante, ahora existen muchos otros coloridos, incluso más atractivos e igualmente fáciles de cuidar.
Su nombre científico es Bougainvillea y se debe al explorador francés Louis de Bougainville, quien la introdujo en Europa desde Brasil, el país de origen, en la segunda mitad del siglo XVIII.
La planta es una trepadora robusta, con ramas que alcanzan fácilmente los ocho metros de largo, con espinas curvas o rectas cada ciertos centímetros. Sus hojas pueden ser lisas o aterciopeladas y de color verde claro en la variedad Glabra y verde oscuro en la Spectabilis También existe la Variegata, cuyas hojas son blanco-verduscas.

Una planta decorativa

Como su floración es prolongada -se mantiene durante todo el verano y hasta entrado el invierno, ya que sólo las temperaturas menores de cero grado pueden terminar en unas horas con ella- y, además, es muy vistosa, la buganvilla sirve de excelente elemento decorativo y se la utiliza como trepadora para cubrir paredes, pérgolas, pilares, emparronados, etcétera.
También se puede formar como arbusto, mediante podas periódicas, con lo que se logra un efecto muy interesante, el de un manchón de color intenso en un lugar del jardín. Se cultiva, además, en macetas de tamaño adecuado (70 centímetros de diámetro por 70 de profundidad), en invernaderos y terrazas.
En lo que a forma se refiere, se han logrado verdaderas esculturas de figuras humanas y animales con esta planta, guiándola mediante estructuras de alambre.
Toda la gracia de la planta, en realidad, descansa en la masa de color que forman sus flores. Son pequeñas, tubulosas y amarillentas, unidas de a tres en las puntas de las ramas y rodeadas cada una de ellas por tres brácteas (hoja de ciertas plantas, diferente de las otras por la forma, la consistencia y el color) muy llamativas. Sus colores pueden ser púrpura, rojo, violeta púrpura, lila, naranja, rojo ladrillo, blanco, tizón, rosa o amarillo.
En los países de origen consideran a la buganvilla como el símbolo de "la espera", y quizás, debido a ello, la usan preferentemente para decorar las fachadas de las casas o los pilares del recibidor.

Cuidados de la buganvilla

Esta exótica planta requiere de un clima cálido y necesita permanecer expuesta directamente a los rayos solares. Por lo mismo, no tolera las inclemencias del invierno en las zonas frías, en donde en esa estación se le debe llevar al invernadero. En las zonas donde el invierno no es tan crudo, como en el centro del país, se puede mantener al aire libre durante el invierno, siempre y cuando se le arrime a una pared que la proteja, o bien se cubra con plástico transparente, a fin de resguardarla de las heladas.
En lo que respecta al suelo, no tiene mayores exigencias, adaptándose a cualquier tipo, pero es recomendable fertilizarla con abono orgánico en pequeñas cantidades (dos cucharadas) cada quince días durante los meses de octubre, noviembre diciembre y enero.
Se planta a finales del invierno y su reproducción hace por medio de estacas de tallo de un año, durante el mes de septiembre, ya que requiere de calor. Este proceso no deja de ser complicado, aparte de que la planta necesita mucho tiempo para desarrollarse; así, resulta más recomendable adquirirla en un vivero, ya a punto de florecer.
La reproducción también se hace por semillas, pero la buganvilla necesita de altas temperaturas para producirlas, por lo que es difícil que en la mayor parte del territorio chileno se puedan lograr.

Las variedades de buganvilla

Una de las especies más difundidas es la Bougainvillea glabra, que se caracteriza por sus, ramas salpicadas de espinas y se adapta fácilmente al aire libre en zonas de clima cálido. Se presta para ser cultivada en macetas, protegida durante el invierno en invernadero. Comprende diversas variedades de híbridos, con una floración extraordinaria por sus
colores, que recorren prácticamente todos los del arco iris. Sin lugar a dudas, la variedad más conocida, la que se encuentra en la mayoría de las casas antiguas de Santiago y la zona central, es la Sanderina, de color morado.
Si a usted le interesan plantas con flores de otros colores, lo más acertado es recurrir a los viveros. No se pueden recomendar determinadas variedades, que prácticamente aparecen todas las temporadas, pues cada reproductor suele bautizar sus creaciones de forma diferente.
Algunos de los viveros especializados en buganvillas más grandes del país se encuentran en Quillota y en las cercanías de Maitencillo, en la Quinta Región, lugares muy apropiados para la planta, por su clima. Vale la pena visitarlos, pues son un verdadero deleite para la vista y puede aprovechar de adquirir algún ejemplar. Por supuesto, probablemente también encontrará hermosas plantas en tos viveros de su zona, quizás a un precio algo mayor. Porque si quiere una cascada de color en su jardín, tiene que cultivar la buganvilla en su parcela o en la casa de la ciudad.

 

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Propiedades curativas y culinarias del ajo

Entre las hortalizas, el ajo es considerado una especia de reconocidas propiedades curativas y culinarias, con mucha aceptación en nuestro país, pues se aviene bastante, además, con nuestras costumbres y gustos gastronómicos. Su cultivo es muy sencillo, y los bulbos, recién cosechados, son inmejorables para las ensaladas, carnes frías y salsas.
La planta del ajo, llamada Allium sativum L, de la familia Liliáceas, es originaria de Asia Central y del Mediterráneo. Actualmente su consumo está tan difundido en el mundo como el de la cebolla.
En nuestro país, el cultivo comercial del ajo se concentra en las regiones Quinta y Metropolitana. Se cree que puede alcanzar mayor desarrollo entre Santiago y Talca, y ampliarse incluso a todo el país.
Se propaga vegetativamente, de modo que, para sembrarlo, compre unas buenas cabezas y seleccione los mejores y más grandes dientes exteriores. Descarte aquellos que agrupan dos o tres, tan pegados entre sí que no se pueden separar, y entiérrelos con el extremo puntiagudo hacia arriba, a 8-12cm de distancia sobre la hilera.
Es conveniente preparar previamente el suelo limpiándolo lo mejor posible de malezas y emparejándolo, de manera que no permita acumulaciones de humedad, muy perjudiciales para el bulbo. El terreno debe quedar mullido.

Requerimientos para el cultivo de ajo

Necesita de un clima fresco a frío durante su primer desarrollo, y más caluroso y luminoso desde que comienza a formarse el bulbo hasta la cosecha. Con este fin, al menos en la zona central, es recomendable plantar al comienzo de la primavera, para obtener los ajos a fines del verano y durante el otoño.
La planta prefiere los suelos fértiles; pero de no contar con ellos, se resuelven sus requerimientos aplicando abonos orgánicos, ojalá en tres parcialidades. Su sistema radicular, cuyo mayor volumen no va más allá de los 30cm, no requiere de terrenos demasiado profundos.
Para plantar varias hileras, se abren surcos a 80cm de distancia, lo que puede realizarse con arado de palo. Sobre los caballetes resultantes y en el mismo sentido, se pasa una rastra de ramas o un rastrillo de jardín para conformar y suavizar la superficie. Sobre estas mesas se plantan hileras separadas por 25cm, colocando los dientes a 8-12cm entre sí. No abra el hoyo con el mismo diente, porque éste se dañará en su base. Es mejor hacerlo con un palo o un dedo, de manera que al tomar el diente entre el pulgar y el índice, éste lo abre. Se indroduce el bulbo y se tapa con tierra.
La profundidad varía en función de la textura del suelo: mayor en los sueltos (3cm) y más superficial en los compactos (2cm), tomando la distancia desde el extremo superior del diente.
Las primeras plantaciones en la zona central se hacen en abril, para el ajo blanco, y se prolongan hasta junio, para el rosado. No conviene retrasarlas, porque si se realizan en forma tardía, disminuye el rendimiento, sobre todo si se emplean ajos de tercera.

Cuidados culturales del ajo

Durante el desarrollo de la planta es preferible escardar con pequeñas azadas o raspas manuales, para eliminar las malezas y soltar la costra superficial que se forma por la acción de las lluvias y riegos junto con el sol. El ajo se defiende mal de las malezas, especialmente durante su primer período de crecimiento, y, por otro lado, si no se remueve la costra, los brotes nuevos se comprimen. Respecto de los riegos, éstos tienen gran importancia en este cultivo, puesto que deben practicarse aun en invierno cuando no hay lluvias, ya que la falta de humedad causa incapacidad en las plantas para aprovechar los nutrientes del suelo. También se evita de este modo la incidencia del moho azul, que suele afectar a la especie en épocas de sequía.
Es necesario mantener una humedad constante en el suelo, pero deben evitarse los anegamientos, los cuales en períodos de pocas horas provocan problemas de asfixia radicular e incidencias de hongos como Fusarium.
En Chile es normal que el ajo emita tallo floral o "pitón" varias semanas antes de la cosecha. Suprímalo antes de que endurezca y mientras mantiene cierta elasticidad, arrancándolo a mano, en su base. Esta operación, que se practica varias veces en la temporada, es necesaria si hay intenciones de trenzar posteriormente los bulbos.
En materia de plagas y enfermedades, son muy pocos los percances que complican este cultivo, gran parte de los cuales son controlables o bastante fáciles de prevenir, siguiendo lo más fielmente posible las indicaciones señaladas con anterioridad.

Cosecha de ajo

En la zona central, la cosecha se realiza en noviembre-diciembre, recolectándose primero el ajo "en rama" o a medio madurar, para un consumo inmediato.
La madurez se reconoce por el cambio que se produce en el color de las hojas, cuando los bulbos adquieren su textura y tamaño normales. En ese momento, antes del arranque, se suspenden los riegos. Si los suelos son compactos, la cosecha se facilita con el empleo de una lámina de fierro que se introduce bajo el nivel del bulbo, al tiempo que éste se desprende con la mano.
Los bulbos recién arrancados se dejan expuestos al sol durante algunas horas y luego se acopian colocando en ramillete las ramas, con los bulbos de pie, unos junto a otros, para que se sequen al aire libre.
No olvide trenzar los ajos antes de que las colas estén completamente secas. Por lo general, hace falta un alambre de refuerzo para que la cuelga dure largo tiempo.

Variedades de ajos

  • Ajo rosado. Es el que tiene más aceptación, tanto en el mercado interno como en el externo. Es el típico ajo de guarda, cuyos bulbos no son tan grandes como los del ajo blanco, pero sí más compactos y de superior calidad. El valenciano rosado es una de las variedades más difundidas de este tipo, y de él se originó el ajo conocido como "chileno". El rosado americano, de introducción más reciente, se distingue por su uniformidad.
  • Ajo blanco. En general se presta para cultivos tempranos. Sus bulbos son más grandes y de forma más aplastada y desuniforme que los del rosado. Sus hojas son más anchas, de color verde intenso, y sus tallos más cortos, con menos hojas envolventes. A este tipo pertenece el blanco argentino, de bulbos relativamente grandes, sobre 7cm de diámetro, deformes, poco consistentes y sin resistencia a la guarda. Se prestan más para la cosecha en verde; o sea, de ajo "en rama". El tipo blandino o ajo chilote corresponde a otra especie -A. ampeloprasum- de tamaño muy grande, sobre 7cm de diámetro, que se cultiva en la Décima Región.
  • Ajo morado. Está representado por el morado mexicano, el morado peruano y el morado ariqueño. Es rústico, ya que se le cultiva en condiciones extremas de suelo en cuanto a salinidad y nivel de pH y, por su bajo requerimiento de horas de frío para bulbificar, se puede cultivar en la zona central para cosechar ajos precoces.
Seleccione las variedades de su preferencia, principalmente de acuerdo a sus características de aroma y sabor. Sólo si destina una parte de la cosecha a la confección de cuelgas decorativas, busque las que proporcionan cabezas de mejor aspecto.

 

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Betarraga

Lo único que masivamente se sabe acerca de la betarraga se refiere a su importante aporte nutricional, en virtud del cual la mantenemos vigente en los huertos y supermercados. Como reconocimiento a sus méritos, se le incluye generalmente en la ensalada surtida.
Los más creativos, cultores de un naturismo mixto y ocasional, beben su delicioso y reconfortante jugo y consumen las hojas verdes y tiernas de las primeras cosechas o raleos en tortillas, a las que se añaden picadas finamente, crudas o cocidas.
Los rusos, en cambio, hacen exquisitas preparaciones con la betarraga, mientras que los italianos y españoles fabrican con ella encurtidos en vinagre. Convendría proveerse de nuevas y diferentes recetas de la cocina internacional que enriquecerían nuestra dieta con esta y otras hortalizas, que se revelan como antídoto contra el mal de los tiempos modernos: el cáncer.
Mientras tanto, revisemos el procedimiento de nuestro cultivo de betarragas, para obtenerlas más apetecibles, tiernas y sabrosas.

Exigencias de la betarraga

La betarraga, llamada científicamente Beta vulgaris var. hortensis L., de la familia Quenopodiáceas, prefiere un ambiente fresco y algo húmedo; pero si la temperatura se mantiene entre 5 y 10 grados C durante dos o más semanas, puede ocurrir que las plantas emitan su tallo floral prematuramente, deteriorando la calidad de su raíz comestible.
En materia de suelos, esta especie relativamente rústica se produce mejor en aquellos de pH neutro y algo sueltos, que ofrecen resistencia a su expansión. En tales condiciones resultan mejor conformadas, más lisas y suaves que en los sustratos pesados. Para abonar la planta, el estiércol debe aplicarse en el cultivo precedente.
La deficiencia de boro se detecta cuando se observan manchas internas de color pardo, que se acentúan hasta tomar un color negro. Si éstas llegan a la epidermis, forman un anillo ceroso que rodea la raíz, cerca de la superficie del suelo, independientemente de que las hojas muestren anomalías. Esta carencia es uno de los factores que determinan la presencia de hojas rojas en lugar del verde natural. Si la ausencia de boro es total, las hojas se retuercen, encrespan y finalmente mueren. En esos casos es preciso seleccionar variedades
menos sensibles a este problema. Cuando lo que falta es cobre, varía el color de la pulpa y las raíces casi no muestran carne roja. Sus anillos son mucho más marcados que en las normales.

Siembra de la betarraga

Por razones prácticas, de calidad y de productividad, se recomienda el sistema de siembra directa, de la que se obtienen betarragas más abundantes, lisas, con raicillas finas y menudas.
Coloque las semillas en líneas sobre una mesa de 75cm de ancho, con 30cm de separación respecto de otras platabandas. Siembre a surco lleno, cubriendo con 2 a 3cm de tierra. Utilice poca semilla y ralee cuando las plántulas alcancen 5cm de altura, dejándolas a 7 0 10cm entre sí. Cuando al emerger no se ven muy tupidas, limítese a entresacar las raíces que alcanzan un tamaño aceptable para el consumo. El riego se hace por infiltración y no directamente.
La siembra al voleo se realiza en platabandas de 1,5 a 2 metros de ancho, esparciendo la semilla y cubriendo con una pasada de rastra de clavos liviana. Se dan riegos tendidos, con poca agua, por "tapadas" laterales y cortas. Este método es aconsejable a nivel de huerto casero.
Si obtiene la semilla del propio huerto, verá que las flores de esta hortaliza, a semejanza de la acelga, producen frutos esféricos de superficie rugosa, en cuyo interior hay de dos a seis semillas. Un gramo de ellas contiene 60 unidades de gran longevidad y alto poder germinativo.
La conformación de la simiente puede hacer necesario un raleo posterior, para separar los grupos de plantas que nacen de dos o más unidades, pero puede ahorrarse este trabajo empleando semilla monogérmica, que se vende en las distribuidoras especializadas.

Cuidados de la betarraga

El cultivo de esta planta es de corto período vegetativo; de manera que si el suelo ha sido preparado conveniente y oportunamente, será suficiente efectuar una sola desmalezadura. Las recolecciones sucesivas desempeñan un papel importante del raleo, dejando mayor espacio a las raíces restantes.
En cuanto al riego, cuando se realiza a tiempo permite un buen grado de humedad, asegurando un desarrollo uniforme de la planta y una mejor textura de las raíces.

Plagas y enfermedades

En general, la betarraga se produce en buenas condiciones sanitarias en el país, salvo el ataque de algunos insectos, los mismos que afectan a la acelga. El más frecuente es la mosca minadora, cuyas galerías deterioran las hojas.
Tampoco sufre muchas enfermedades, pero en caso de presentarse, las principales suelen ser la cercosporiosis y la virosis. La primera es producida por el hongo cercospora beticola en presencia de humedad alta y temperaturas medias de 24 a 27 grados C, y causando manchas de color café con bordes desde rojo-purpúreos a café oscuro en las hojas. En este caso se recomienda enterrar los restos de la cosecha y rotar cultivos de tres años o más.
La virosis es causada, entre otros, por el virus de mosaico y se reconoce por el moteado de las hojas, clareamiento de venas, lesiones circulares anilladas y enanismo general, con pecíolos de las hojas más cortos que el normal.